(Por Luis G. Bulit Goñi, Abogado y Asesor de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA)
La responsabilidad del profesional que hace un diagnóstico genético prenatal puede ser enfocada tanto desde el punto de vista de la ética, como desde la posible obligación de hacer frente a una reparación civil.
En muchas ocasiones, la responsabilidad profesional puede verse distorsionada por algunas posturas de aparente prescindencia u omisión que pueden ocultar lo que, en realidad, podría llegar a ser calificado de omisión culposa.
Existe, sin lugar adudas, una imperiosa necesidad de abordar el tema del diagnóstico genético sin prejuicios pero con una alta dosis de sinceridad, y con visceral respeto a valores éticos que consideramos esenciales y generales.
Realidad fáctica y sociológica del diagnóstico genético prenatal
Todos sabemos que hoy en día el diagnóstico prenatal suele ser solicitado por aquellas madres que tienen la sospecha o el temor de que algo en ese embarazo no va bien, o aquellas cuya edad supera los 35 años.
El adelanto de la ciencia en este aspecto ha permitido desarrollar métodos cada vez más precoces y exactos para detectar anomalías genéticas y otras fuentes de discapacidad física o intelectual desde las primeras etapas del embarazo. El cariotipo, a partir de la extracción de líquido amniótico o de la biopsia de vellosidades coriónicas, suele ser el instrumento que emita el veredicto final.
Tampoco creo equivocarme mucho si señalo como dato de la realidad, que el mensaje subliminal con que permanentemente se nos bombardea es el de estar en una comunidad que, en sus diferentes formas, privilegia criterios de superflua estética y consumismo e impulsa al rechazo de todo aquello (y de aquellos) que no cuadre dentro de esos parámetros.
Dentro de ese marco, tampoco creo equivocarme demasiado si tomamos como un dato de la realidad el que, frente a un diagnóstico prenatal de discapacidad, un elevado número de personas habrá de sentirse tentado a terminar el embarazo. Ello sería, pienso, la consecuencia obvia de aplicar al caso concreto los efectos de aquellos mensajes que, como he indicado, recibimos continuamente de diversos hechos y actitudes sociales de todos los días.