Primera parte
Autora: Terri Couwenhoven, M.S
Introducción
Este artículo es traducción autorizada de un capítulo del libro “Teaching Children with Down Syndrome about their Bodies, Boundaries and Sexuality” (Cómo enseñar a los niños con síndrome de Down sobre sus cuerpos, limites [fronteras] y sexualidad), publicado por la editorial Woodbine House en 2007.
No hace mucho recibí una llamada telefónica de una madre angustiada que había asistido a unas jornadas que yo había dirigido hace diez años. Entonces su hijo era bastante joven y ella había creído, como nos pasa a la mayoría, que faltaba aún mucho tiempo. Me llamó porque descubrió que su hijo, ahora ya adolescente, había sido abusado sexualmente por un amigo de la vecindad. Lo que realmente nos desconcertó a las dos no fue que el abuso hubiese sido realizado por un buen amigo suyo sino que se había ido perpetuando durante casi un año. El abuso fue descubierto una mañana porque, después de mencionar el nombre del muchacho, la madre apreció una señal sutil no verbal en su hijo, que indicaba falta de entusiasmo. Esto le hizo pensar que necesitaba descubrir qué estaba pasando. Más tarde, ella me dijo que no había pensado jamás que algo pudiera pasar a su hijo porque vivían en el campo donde su hijo estaba bastante aislado de los demás.
La mayoría de los padres con los que hablo son plenamente conscientes de que los individuos con discapacidad intelectual son abusados sexualmente con más frecuencia que el resto de la población. En cuánto más, varía según la edad, los métodos que se hayan empleado para reunir una muestra en el estudio de investigación, y de qué manera se defina el abuso. Ciertas estimaciones que merecen credibilidad, basadas en estudios bien realizados indican lo siguiente:
- Con independencia de la edad, raza, etnia, orientación sexual o clase social, las mujeres con discapacidad son agredidas, violadas y abusadas en proporción dos veces mayor que las mujeres sin discapacidad (Sobsey, 1994; DisAbled Women’s Network, 1998).
- Para los adultos con discapacidad intelectual, el riesgo de ser agredidos física o sexualmente es probablemente 4 a 10 veces mayor que en los demás adultos (Sobsey, 1994).
- Los niños con cualquier tipo de discapacidad tienen una probabilidad casi el doble de ser abusados sexualmente (Petersilia, 1998).
- Las mujeres con discapacidad intelectual tiene mayor probabilidad de ser engañadas más de una vez por la misma persona, y más de la mitad no busca asistencia ni legal ni terapéutica (Pease y Frantz, 1994).
El abuso sexual es un término amplio que se emplea para describir todo un elenco de conductas sexuales forzadas sobre una persona contra su voluntad. Aunque casi todos los investigadores describen una mayor frecuencia de abuso en los individuos con discapacidad intelectual, sus cifras de prevalencia no concuerdan. Una razón es que el abuso sexual es definido de varias maneras por lo que los datos sobre su incidencia son muy variables y en ocasiones inducen a confusión. Más recientemente, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Estados Unidos ha propuesto que se adopte el término “violencia sexual” para definir y describir un espectro de conductas sexuales ilegales y abusivas.
Categorías de violencia sexual
Acoso sexual
- Charla sexual no deseada, uso de lenguaje sexual o de comentarios sexuales
- Exposición no deseada a materiales de naturaleza sexual
Voyeurismo
- Mirar a una persona que se está desvistiendo o haciendo cosas en privado sin su conocimiento o permiso
Exhibicionismo
- Exposición no deseada a las partes privadas del cuerpo de una persona
Agresión sexual
- Intentos forzados para tocar o acariciar genitales u otras partes privadas del cuerpo
- Intentos o actos forzados de coito (oral, anal o vaginal)
Otro factor que hace difícil tener datos precisos de abuso sexual en las personas con discapacidad intelectual es que en la mayoría de los casos jamás se informan. Las razones son complicadas y complejas. El miedo que experimenta una persona que está siendo abusada, especialmente si el explotador es alguien que tiene un papel de autoridad o de apoyo, es difícil de ser subestimado. La víctima puede temer el perder la relación con esa persona, o puede pensar que ella u otra persona a la que quiere estén amenazadas por peligros, si habla. Otros piensan que los sistemas fallan con demasiada frecuencia como para incorporar guías e intervenciones que ayuden para reconocer y responder a las necesidades críticas de las personas con discapacidad. Por ejemplo, los profesionales pueden no ser conscientes de los sutiles signos y síntomas que pueden aparecer cuando se ha dado el abuso, o pueden carecer de métodos de vigilancia que ampare la seguridad.
¿Por qué las personas con discapacidad cognitiva son más vulnerables al abuso?
Actitudes y creencias sociales sobre las personas con discapacidad. Las actitudes que devalúan a los individuos con discapacidad dentro de nuestra sociedad son factores críticos que contribuyen a aumentar el riesgo de abuso (Sobsey y Doe, 1991). La creencia extendida de que estas personas son asexuadas, por ejemplo, hace difícil a otros que caigan en la cuenta de que puede existir abuso. El estudio realizado por Sobsey y Mansell (1990) mostró que la distorsión de percepciones y creencias sobre los individuos con discapacidad intelectual permitía a los transgresores a encontrar razones para justificar el abuso y la explotación sexual de los usuarios de instituciones. Algunos de los ejemplos sobre las actitudes que estos investigadores descubrieron fueron la creencia de que una persona con discapacidad es menos importante, más vulnerable, e ignorante sobre lo que está ocurriendo, y por tanto se ve menos afectada por el abuso.
Aspectos específicos de la discapacidad. Las características de la misma discapacidad pueden hacer a uno más vulnerable a la explotación sexual. Por ejemplo, las personas con síndrome de Down que tienen dificultades con su lenguaje expresivo pueden tenerlo más difícil para contar o cortar el abuso cuando ocurre. Incluso cuando las personas con discapacidad cuentan el abuso, con frecuencia los casos no son investigados porque su testimonio y credibilidad, como víctimas incapaces de comunicarse del modo tradicional, son cuestionados (Griffiths, 2002). Si alguien tiene discapacidad física además de la cognitiva, es aún más difícil defenderse, resistir al abuso y escapar del transgresor.
Ignorancia sexual. Numerosos estudios han demostrado que las personas con discapacidad intelectual poseen menos información sobre la sexualidad que la población general. En un estudio en el que se comparaban estudiantes con retraso mental ligero con estudiantes de inteligencia media (McCabe y Cummins, 1996), los estudiantes con discapacidad ligera mostraban mayor limitación en su conocimiento y experiencias sexuales y actitudes más negativas hacia el sexo, pero habían tenido más experiencias con el embarazo, la masturbación y las infecciones de transmisión sexual. Los participantes con discapacidad ligera tenían mayor probabilidad de expresar sentimientos positivos sobre interacciones sexuales que normalmente son consideradas como de abuso, y tenían mayor probabilidad de pensar que tener sexo con cualquiera era aceptable. Otros estudios han mostrado resultados parecidos.
Los expertos concuerdan en que la información sobre la sexualidad —en especial datos sobre nuestros cuerpos, sentimientos sexuales, y derechos para elegir o rechazar una pareja sexual— es un elemento clave en los programas de prevención del abuso para los individuos con discapacidad cognitiva.
Dependencia y aceptación aprendida. Las personas con discapacidad intelectual, como son las que tienen síndrome de Down, a menudo son dependientes de otras para ayudarles en su autocuidado y tareas de la vida diaria. Esta dependencia aumenta la probabilidad de que haya abuso. Marc Goldman (1994) comprobó que las personas que dependen de otras para su cuidado son con frecuencia más confiadas, y que la dependencia y la confianza contribuyen a la aceptación y la pasividad. Ser premiadas y alabadas por hacer lo que las personas con autoridad piden aumenta la probabilidad de que la persona realice peticiones que sean inapropiadas y de naturaleza abusiva.
Dado que la inmensa mayoría de las ofensas sexuales son cometidas por personas conocidas por la víctima —principalmente cuidadores o parientes— los individuos con discapacidad son altamente vulnerables, porque quedan expuestos en el transcurso del tiempo a un mayor número a un número creciente de cuidadores.
Aislamiento. Cuando las personas con discapacidad intelectual están aisladas y segregadas del resto de la sociedad, aumenta el riesgo de abuso. Por ejemplo, el abuso ocurre dentro de contextos institucionales dos a cuatro veces más frecuentemente que en el contexto de la comunidad (Rindfleich y Bean, 1988). La situación no es necesariamente mejor para los adultos que viven en la comunidad. Si carecen de amigos, de relaciones románticas, y tienen oportunidades más limitadas para la socialización, todo ello puede exacerbar sus sentimientos de soledad. Las personas que están solas pueden tener menos discreción para formar amistades, aumentando su vulnerabilidad. Reducir los factores que llevan al aislamiento dentro de los sistemas que ofrecen servicios es una importante estrategia para la prevención (Sobsey y Mansell, 1990).
Cómo prevenir el abuso
El problema del abuso y la explotación sexual es complejo y de gran alcance, para los que no hay ni rápidas ni fáciles soluciones. Hay muchas cosas que desconocemos todavía sobre cuáles son las estrategias que funcionan. Sabemos, sin embargo, lo que no ha funcionado. El proteger y el aislar a las personas del resto de la sociedad no consiguió mayor seguridad y protección y, en cambio, crearon consecuencias indeseables. Muchos autogestores han compartido sus historias sobre la vida en las instituciones. Y estas historias han motivado a las familias y a los responsables de servicios a replantearse la idea de separar y aislar a los grupos de personas del resto de la población con la intención de protegerlas. Mantener a la gente ignorante sobre la información acerca de la sexualidad tampoco ha conseguido mejores resultados.
Las sugerencias actuales para prevenir el abuso en individuos con discapacidad cognitiva van dirigidas a invertir (darles la vuelta) algunos de los factores que contribuyen a aumentar la vulnerabilidad, en primer lugar. Y son:
- Hablar abierta y honradamente en casa sobre la sexualidad. Esto ayudará a su hijo a sentir que puede dialogar sobre la sexualidad con ustedes y le será más fácil comunicarse si surgen preocupaciones sobre el abuso.
- Eduque a su hijo sobre sus derechos y ayúdele a aprender cómo expresarlos mediante la adecuada selección y comunicación positiva. Esto reduce la vulnerabilidad.
- Déle información sobre las formas de conducta que son inapropiadas dentro de los tipos específicos de relaciones, porque ayudará a su hijo a identificar el intento de abuso, en caso de que ocurra.
El desarrollo de habilidades y la información son poderosos instrumentos. Quienes trabajamos en el campo de la sexualidad comprendemos que las personas que están en el mayor riesgo de explotación son las que se encuentran aisladas, protegidas, resguardadas de lo que puede ocurrir. Mi filosofía y mi respuesta a los miedos de los padres sobre la explotación nunca vacilan: el mejor medio de ayudar a que vuestro hijo evite la explotación y el abuso es darle los instrumentos que necesita para enriquecer su poder y su educación. La buena noticia es que la misma información y filosofía que funcionan para promover una sexualidad sana y segura ayudan a prevenir el abuso sexual.