José Ramón Amor Pan
También ellos crecen
Así se titula un pequeño libro publicado en 1973, una de las primeras obras que se editaron sobre la sexualidad de las personas con discapacidad intelectual. A pesar de su reducido tamaño, es un libro muy interesante –situado en su contexto histórico– porque sus reflexiones descansan sobre un conocimiento teórico de las ciencias humanas, la psicología infantil y el psicoanálisis entre otras, pero sobre todo se basan en un conocimiento práctico adquirido por sus autores a lo largo de dos lustros de trabajo en externados medicopedagógicos de la región parisiense.
La idea fundamental del libro se puede resumir en afirmar que el niño que tiene una discapacidad intelectual tiene derecho a una educación que englobe todas las facetas de su personalidad, incluida la afectiva y sexual. Las personas con discapacidad intelectual no viven una especie de eterna infancia: evolucionan a un ritmo y bajo unas formas particulares, es verdad, pero no por esto dejan de alcanzar un desarrollo real, su desarrollo. Es más, se dice con todo fundamento, dadas las dificultades de orden cognitivo, es mucho más necesaria una educación afectivo-sexual formal porque, de otra manera, no van a poder interiorizar las pautas que hagan de su conducta en este terreno una fuente de crecimiento personal y auténtica felicidad.
¿Qué se puede decir de este asunto en la actualidad, precisamente cuando ya encaramos el 2003, Año Europeo de la Discapacidad, cuando se cumplirán 30 años de la publicación de este librito? Pues, sencillamente, aunque hemos progresado mucho en el reconocimiento de la dignidad y los derechos de este colectivo, todavía queda mucho camino por andar, y buena prueba de ello es esta serie de artículos que hoy iniciamos sobre la afectividad y la sexualidad de las personas con síndrome de Down.
Resulta curioso; nadie se cuestiona que las personas crecemos y conquistamos nuestra parcela de autonomía, con nuestros aciertos y también con nuestras meteduras de pata (en ocasiones muy serias y con graves consecuencias para los demás), y sin embargo, sí nos hacemos problema –y a veces incluso un drama– del crecimiento de aquellas personas con síndrome de Down... Creo que conviene que nos preguntemos qué puede significar este hecho. Hacer, equivocarse y corregir.