Emilio Ruiz Rodríguez
Fundación Síndrome de Down de Cantabria
Fundación Iberoamericana Down21
La adecuada utilización del tiempo de ocio es fundamental en la sociedad en que vivimos. El proceso de normalización que están viviendo las personas con síndrome de Down, con su incorporación progresiva a todo tipo de entornos sociales, como la familia, el barrio, la escuela o el empleo, se extiende también al tiempo libre. Por eso, necesitan ser entrenados para saber utilizarlo de la forma más provechosa posible, porque se trata de una parte esencial de sus vidas. Insistir en la importancia de la educación para el ocio en las personas con síndrome de Down parece innecesario, una vez admitido el principio de la igualdad de derechos de estas personas respecto a los demás. Por ello, en la bibliografía especializada, la formación para el tiempo libre es un tema habitual.
La capacidad de interacción social en todo tipo de ambientes resulta crucial para la correcta integración de las personas con síndrome de Down. En general, las principales dificultades que han de resolver no están directamente relacionadas con la competencia intelectual sino con la habilidad social, es decir, con la capacidad para el entendimiento mutuo en las relaciones sociales, el saber qué hacer ante los demás y la comprensión y actuación en situaciones interpersonales diversas, como las de juego o de diversión. El tiempo de ocio es una posibilidad excepcional para la convivencia, para la interacción social y para la formación en relación con los demás.
Las propuestas para la utilización adecuada del tiempo libre, pueden dirigirse hacia las dimensiones lúdica, deportiva, festiva, creativa, ambiental-ecológica y solidaria, entre otras. En el caso de los niños con síndrome de Down, se ha de partir de la incorporación paulatina y generalizada a entornos lo más normalizados posibles. Cuantas más experiencias sociales tengan, mejor aprenderán los efectos que su comportamiento produce en los demás y la forma en que han de responder a las reacciones ajenas. Desde pequeños, es necesario sacarles a pasear, visitar a parientes, llevarles al parque, a la playa, a la piscina, al club, a las fiestas de cumpleaños, a los acontecimientos familiares, haciéndoles vivir y convivir en los mismos ambientes que sus hermanos y sus padres. Muchos niños y jóvenes con síndrome de Down pertenecen a asociaciones culturales, musicales o deportivas, grupos religiosos, asociaciones de vecinos o grupos scout, lo que les proporciona una estimulación social que es difícil conseguir fuera de estos espacios de ocio. En el ámbito escolar, las actividades complementarias y extraescolares proporcionan una oportunidad única de participación, a las que deben incorporarse siempre que puedan. El deporte, el cine, el teatro o las salidas y excursiones son otras tantas oportunidades de socialización y entrenamiento en el empleo del tiempo libre.
Respecto a la utilización del tiempo disponible con juegos y juguetes, los niños con síndrome de Down también necesitan como los demás, jugar y divertirse. Se ha de huir del ocio vacío, del empleo de la televisión como un cómodo instrumento para rellenar de forma rutinaria el tiempo y combatir el tedio. En caso de ver la televisión, deberían hacerlo en presencia de algún adulto, que les ayude a seleccionar los programas y a comprender lo que están viendo, con un control riguroso del tiempo que le dedican. El juego permite por un lado, disfrutar y por otro, probar las propias facultades frente a uno mismo, frente a los demás y frente al mundo. Cuenta con importantes ventajas añadidas, pues ejercita otras capacidades como la atención, la memoria, la percepción, la motricidad fina y gruesa, el lenguaje o las habilidades de interacción interpersonal. Juegos de mesa como los dados o la oca, trabajan incluso otros aspectos, como la capacidad de contar.
Sin embargo, como en tantas ocasiones, es preciso enseñar previamente a los niños con síndrome de Down a jugar, pues si no se les entrena difícilmente podrán llegar a disfrutar de los juegos. Deberán ser adiestrados, tanto para jugar con otros niños como para jugar por sí mismos con determinados juguetes. Para enseñarles a jugar será preciso demostrarles cómo se juega y participar con ellos, comenzando con juegos sencillos y en periodos cortos de tiempo. Se puede empezar con juegos sin juguetes, en los que el adulto u otro niño utiliza su persona, su cara, sus movimientos, sus canciones, su capacidad de representación o simbolización, para captar la atención del niño. Los juegos con normas necesitan tiempo para ser comprendidos y seguidos, y deberán ser practicados con constancia. Al principio se adaptará el juego a los límites de capacidad y atención del niño para ir aumentando paulatinamente su duración y complejidad. Por ejemplo, si se pretende que aprenda a jugar al parchís, se podrá empezar por una sola ficha, para ir incorporando otras más tarde. Es recomendable, en suma, jugar a diario con el niño, tomando la iniciativa y mostrando alegría e ilusión, aunque su respuesta sea mínima.
Mención aparte merece la utilización de la lectura y la escritura como formas creativas de emplear el ocio, que de hecho se están generalizando entre las personas con síndrome de Down. En el caso de los niños, la lectura de cuentos y relatos, de complejidad creciente conforme avanzan en edad y destreza lectora, constituye una magnífica herramienta en su tiempo de ocio: disfrutan, se ejercitan y aprenden. El ordenador, como en el caso de cualquier niño nacido en la era de los medios informáticos, también puede y debe ser otra alternativa. Ofrece muchas posibilidades, como la participación en chats, los correos electrónicos, Internet o los juegos educativos, que cada vez emplean con mayor asiduidad. Otros aparatos electrónicos, como el vídeo, el DVD o las videoconsolas, son utilizados con frecuencia y con destreza por muchos de ellos. La música es un entretenimiento que a la mayor parte de los niños y jóvenes con síndrome de Down resulta atractiva, y es excepcional el que no disfruta escuchándola, cantándola o bailándola.
En suma, son numerosas las formas en que pueden aprovechar su tiempo de ocio las personas con síndrome de Down, si se admite la importancia esencial de esa faceta de su vida, se les instruye expresamente para que aprendan a disfrutarlo y se les proporcionan oportunidades variadas, adecuadas a sus gustos y capacidades.