Paloma Cuadrado

Sumario
  1. ¿Por qué son importantes las habilidades de tipo social?
  2. ¿Qué habilidades se ponen en práctica en la inteligencia emocional interpersonal?
  3. ¿Cómo enseñar habilidades interpersonales a los niños?
  4. Actividades para impulsar la inteligencia emocional interpersonal de los niños
  5. Bibliografía general

 Amigos en el síndrome de Down

“Quien encuentra un amigo tiene un enorme tesoro”.

La característica fundamental del hombre es la de vivir en sociedad. Por esta razón, enseñar a los niños a relacionarse y disfrutar dentro del grupo ha sido siempre un objetivo fundamental. Es más, según se avanza en la integración de las personas con discapacidad intelectual, cada vez se concede una mayor importancia a las capacidades de tipo interpersonal. Aprender socialmente quiere decir, ver, jugar, compartir y valorar la amistad y supone un repertorio fundamental a desarrollar desde que el niño nace.

Entre el primer y tercer año de vida se producen una serie de cambios que conllevan una mayor madurez en estas habilidades. Los niños se van desarrollando y dan un enorme paso desde una etapa egocentrista a ser cada vez más sociables, disfrutando de los juegos colectivos y las relaciones sociales. La inteligencia emocional interpersonal, además, reúne muchas habilidades de la propia persona y de cómo se percibe a sí misma, por ejemplo, en su autoestima, en su capacidad para reconocer emociones, para solucionar problemas o para saber relajarse.

1. ¿Por qué son importantes las habilidades de tipo social?

Cada vez se conoce mejor la importante influencia que tienen las competencias sociales aprendidas desde la infancia en el posterior funcionamiento social, escolar, laboral y psicológico.

Es fundamental en los primeros años de vida fortalecer el vínculo afectivo entre padres e hijos, es algo saludable para toda la familia; y para el pequeño será el inicio de sus posteriores habilidades de tipo social. Si un niño se siente querido y, además, se le proporciona en el propio hogar una adecuada seguridad e independencia, se sentirá más competente socialmente y podrá tener más y mejores relaciones con sus compañeros.

Las habilidades sociales son fundamentales si queremos que los niños se desenvuelvan con naturalidad y se relacionen. Sin embargo, muchas veces los niños con síndrome de Down tienden a relacionarse mejor con adultos, ya sean sus familiares o profesores, dejando de lado una parte fundamental: sus compañeros. Enseñémosles, por lo tanto, a ver las relaciones sociales como una parte importante en su vida, que aprendan conductas relacionadas con la aceptación social, para que los demás les valoren y vean sus cualidades positivas. Que sepan presentarse y despedirse, sonreír, colaborar y compartir el juego, hacer elogios, dar y solicitar ayuda, compartir el tiempo de ocio, etc.

Las habilidades sociales juegan un papel muy relevante en la vida de una persona y, lógicamente, también lo son para las personas con síndrome de Down. Estas habilidades se relacionan con su ajuste interpersonal, laboral y de vida independiente. Por esta razón es preciso favorecerlas mediante programas específicos. Lo mejor para desarrollar estas habilidades será aprovechar el propio grupo desde que son pequeños, ya sea el aula, el grupo de ocio, las actividades extraescolares... Esto se convertirá en una tarea mucho más fácil si procuramos que el entorno sea agradable para el niño, proporcionándole a menudo expresiones positivas que estimulen su interés y animándole cuando consigue un nuevo reto. En un primer momento las habilidades de tipo social se enseñan de forma muy estructurada aunque conviene que progresivamente, cuando cuentan con suficientes herramientas para relacionarse con éxito, puedan ponerlas en numerosas ocasiones en práctica y generalizarlas en otros contextos más naturales: un parque, una fiesta, el supermercado, etc. No sólo basta con que el niño se relacione en un solo contexto, hemos de procurar que las amistades que van consiguiendo puedan alargarse en el tiempo y mantenerse en la edad adulta.

En el plano educativo deben contemplarse las capacidades del niño antes que sus limitaciones, hacerle ver aquello en lo que puede salir airoso para que lo comparta con los demás.

2. ¿Qué habilidades se ponen en práctica en la inteligencia emocional interpersonal?

  • Habilidades verbales: saludar y despedirse, presentarse, solicitar favores, preguntar, pedir ayuda, formular y responder a quejas, aceptar críticas, dejar y pedir juguetes, saber hacer elogios y hablar bien de los demás, agradecer, pedir disculpas.
  • Habilidades no verbales: expresar afecto y alegría, saber aproximarse al grupo, observar, imitar, establecer un adecuado contacto visual, sonreír, saber escuchar, utilizar un tono de voz adecuado.
  • Habilidades de conversación: iniciar conversaciones, mantenerlas, terminarlas, unirse a la conversación de otros, saber presentarse a otra persona, conversaciones de grupo.

El objetivo fundamental consiste en crear un buen clima en la relación con los demás, propiciando la aceptación en el grupo. Esto supone aprender a ser sensibles a las señales de amistad, poniéndose en el lugar de otro y sabiendo reconocer sus emociones a la vez que expresando lo que uno quiere o necesita.

3. ¿Cómo enseñar habilidades interpersonales a los niños?

Cuando los niños son pequeños es el momento de ir enseñándoles lo que significa la relación con los demás. Por un lado, informando al niño del comportamiento que se espera de él y las ventajas que obtendrá si lo pone en práctica: lo pasará mejor, estará contento, los demás le enseñarán cosas divertidas... La edad del niño y sus cualidades personales serán la base a la hora de establecer un programa específico.

El adulto siempre supone un modelo para el niño. Conviene por lo tanto que se esfuerce en su propia relación con los demás para que suponga un estímulo hacia el propio niño. Por otro lado, podemos invitarles a que utilicen estas habilidades a través del propio juego. Las marionetas, los cuentos grupales o los juegos cooperativos serán un medio perfecto para su ensayo.

Conviene siempre felicitar al niño cuando ha conseguido mejorar en su relación con los demás, que vea que lo valoramos. Es siempre mejor motivarles antes que obligarles por la fuerza a hacer algo que no quieren. Por ejemplo, cuando les enseñamos a saludar y despedir hay que invitarles a que lo hagan con nosotros y que vean la reacción positiva de los demás y qué es lo que se espera de él. Si no lo consigue, no hay que tirar la toalla, porque siempre irá mejorando si cuenta con apoyos y con numerosas oportunidades para ponerlo en práctica.

No hace falta premiar siempre que el niño haga algo bien con refuerzos tangibles tales como golosinas (contraindicadas en los niños con síndrome de Down, para evitar problemas de aumento de peso), cromos, muñecos o juguetes. Es incluso más efectivo el refuerzo social a través de los elogios y manifestaciones afectivas y, sobre todo, ayudará al niño a considerar la importancia de las relaciones sociales a lo largo de toda su vida. Esta es una tarea que se les ha de demostrar desde que son pequeños.

Tanto padres como profesores pueden contribuir a afianzar estas habilidades. El profesor, a través de sus actuaciones para que los alumnos desarrollen competencias y habilidades sociales, es un agente de salud a nivel preventivo ya que puede evitar problemas de adaptación. En el aula conviene que preste una especial atención a los saludos y despedidas. La función que tiene este aprendizaje es habituar al niño a comenzar un contacto social con una expresión espontánea positiva, que haga más probable la continuidad de la comunicación con él.

Es fundamental fomentar la cooperación mediante juegos y actividades en los que todos ganen. El profesor debe impulsar la participación de TODOS, ofreciendo a cada uno la ayuda que necesite y facilitando su puesta en práctica. Siempre conviene reflexionar al acabar el día si todos los alumnos han participado, ver los posibles conflictos que han ocurrido a lo largo de la jornada y si se han tomado las medidas más oportunas; esta es la mejor forma para mejorar en el futuro. Todas estas cuestiones servirán al profesor para proporcionarse información sobre su propia actuación, de esta forma podrá adaptar o cambiar la metodología en caso de que los resultados no hayan sido los esperados. Conviene hacer este tipo de reflexiones frecuentemente, para no pasar por alto áreas que se dejen sin trabajar o situaciones importantes en el desarrollo socio-emocional de los niños.

4. Actividades para impulsar la inteligencia emocional interpersonal de los niños:

Actividad 1: ¿Me lo cambias?

Los niños se sentarán en círculo y se repartirán distintos animales de juguete ofreciendo dos diferentes a cada uno. Primero todos los niños enseñarán sus animales a los demás, dirán su nombre, el color, el tamaño, etc. A continuación se les pedirá que intenten cambiar sus animales hasta que cada uno tenga dos que sean iguales. Se animará a los niños a que miren a los demás para que intenten cambiarlos sin obligar al compañero, enseñándoles a pedirlo de forma adecuada y ofreciendo uno de sus animales a cambio. Se les mostrarán las ventajas de compartir juguetes y cambiar por otros en la relación con los demás. No se obligará a ningún niño a cambiar sus juguetes, lo importante es que, observando el modelo adecuado de lo que otros hacen, perciban las consecuencias positivas de actuar de esta manera.

Actividad 2: Me falta una...

Se repartirá a cada niño un puzzle con todas las piezas menos una, que la tendrá otro compañero, y se les pedirá que lo completen. Cuando ya sólo les quede una pieza comprobarán que no encaja en ningún sitio. Cada niño pedirá a su compañero que le preste la pieza que le falta para completar el puzzle y se lo agradecerá. Se pondrán todos los puzzles en una mesa y cada uno enseñará a los demás el suyo, recordando gracias a quién lo ha podido completar. Dependiendo del nivel de desarrollo del grupo se escogerán unos puzzles u otros. En esta actividad no se busca que el puzzle les parezca difícil, sino que sepan pedir ayuda y agradecerla para completarlo.

Actividad 3: Me comunico sin hablar

Se explicará a los niños que van a realizar un juego en el que no tienen que hablar. El adulto empezará a representar mediante mímica alguna actividad cotidiana y éstos tendrán que adivinarlo e imitarlo. A continuación se pedirá a cada uno que represente una actividad y los demás tendrán que acertarla, pudiendo darse orientaciones a los niños acerca de la forma en la que pueden expresar lo que les ha tocado. Se les comentará la importancia de las habilidades no verbales en la relación con los demás.

Actividad para impulsar la inteligencia emocional 4: La voz

Esta dinámica sirve para hacer ver la importancia del tono de voz en las relaciones interpersonales. Sentados en círculo se cantará una canción que todos conozcan en un tono muy alto (gritando), después muy bajito (susurrando) y, a continuación, en un tono adecuado. Cuando se haga en tono muy alto se taparán los oídos y se pondrá una cara de desagrado. Después de cantarlo muy bajito se les dirá que de esa forma tampoco está bien, porque no se entiende lo que están diciendo y los demás no les escuchan. Se resaltará lo positivo que es utilizar un adecuado tono de voz cuando se mantiene una conversación. A continuación se cogerán unas marionetas que motiven al grupo e irán hablando en un tono alto, bajo o adecuado; los niños indicarán si lo han hecho bien o mal cada vez. Conviene tener un especial cuidado en el propio tono de voz del adulto, para servir de modelo a los niños.

Actividad 5: Aprendo a escuchar

Se pedirá a cada niño que cuente lo que ha hecho ese día, por ejemplo durante la asamblea, y los demás escucharán atentamente dándole muestras de que le están entendiendo: mirando a los ojos, orientando su cuerpo, asintiendo... El compañero que esté a su lado tendrá que decir lo que acaba de contar su amigo. Si no se acuerda o no ha estado atento le pedirá que se lo vuelva a repetir. Conviene relacionar el estado emocional del compañero cuando le han escuchado (estará contento) y cuando no lo hayan hecho (estará triste). El objetivo es aprender a escuchar en silencio, prestar atención a los demás y expresar con otras palabras lo que han dicho.

Actividad  para impulsar la inteligencia emocional  6: El pulpo

Se pintará un pulpo en la pizarra y se explicará a los niños que para desplazarse y poder comer necesita mover todos sus brazos. Los niños representarán de forma individual el movimiento del pulpo y se les dirá que de esa forma no puede comer, necesitaría muchos brazos. Se les preguntará qué podrían hacer para solucionarlo. Entre todos simbolizarán un pulpo cogidos de las manos y moviéndolas, así tendría más brazos y podría moverse mejor. Se trata de que los niños perciban la importancia de realizar actividades en grupo para poder conseguir un objetivo común.

Actividad 7: El guía

Se necesitan picas o cuerdas para simular un camino y un “tesoro” (una caja que contenga algún estímulo que motive a los niños, puede ser una mascota de juguete, unas fotos, un trabajo manual que vayan a llevar a casa...). Se les explicará a los niños que van a realizar un juego en el que uno se tiene que vendar los ojos. Otro compañero le guiará a lo largo del camino hasta llegar al tesoro. Los demás animarán al que hace de guía para que vaya despacio y muestre seguridad al compañero. El niño que haya guiado a su compañero dándole la mano y explicándole por dónde tiene que ir será el siguiente en vendarse los ojos y se cambiará el recorrido del camino. Cuando todos los niños hayan llegado al tesoro lo podrán abrir y repartirlo. En esta dinámica el objetivo es que confíen en sus compañeros para llegar a la meta, valorando la comunicación y la importancia de cooperar entre todos para alcanzar un objetivo. Ellos mismos serán los que se repartan el premio, de forma que todos salgan ganando. Si el reparto supone un “problema” para los niños, se aprovechará esta oportunidad para hacer referencia a las emociones de los demás y profundizar en las habilidades interpersonales.

Actividad 8: Nuestro mural

Se contará con papel continuo, ceras y lápices de colores. Se extenderá el papel en el suelo y todos los niños se pondrán alrededor. Se les explicará que van a realizar un mural y que tienen que elegir el dibujo que quieren hacer entre todos. Se escucharán las posibles propuestas y, por decisión común, realizarán entre todos el dibujo. Cada niño elegirá una cera de un solo color. Cuando lleven 5 minutos pintando se moverán dos pasos hacia la derecha y continuarán pintando el dibujo que otro compañero había comenzado. Este movimiento se realizará varias veces, de forma que todos los niños pasen por todas las posiciones. Al finalizar, el dibujo se colgará en la pared y se recordará que ha salido muy bien porque lo han hecho entre todos. Se irán fijando en cada parte del mural y se les preguntará quién lo ha realizado. Como estarán reflejados todos los colores será fácil identificar que todos los niños han participado en todos los lugares.

Actividad 9: Taller de cuentos

Se leerá el cuento de “El patito feo”, haciendo alusión a las emociones negativas que va sintiendo el patito por estar solo y la alegría que siente cuando hace amigos que le quieren. Se comentará la importancia de tener amigos para estar felices y compartir con ellos. Se manifestará que para llegar a tener muchos amigos es necesario: saludar y despedir, presentarse, alabar al otro, disculparse, aceptar juegos, dejar y pedir juguetes, ofrecer y pedir ayuda, expresar afecto, mantener un contacto visual, sonreír, ... Después se ensayarán mediante una representación las habilidades sociales que acaban de aprender.

Actividad 10: Mis amigos

Se le pedirá a cada niño que traiga un álbum con las fotos de sus amigos para que se las enseñe a los demás. Los niños irán saliendo para mostrárselas a todos sus compañeros, dirán quién es cada persona, las actividades que comparten juntos, cómo se siente con él, cómo se siente la otra persona cuando están juntos, cómo juegan... El objetivo consiste en hacer conscientes a los niños de la importancia de los amigos y las estrategias básicas para mantenerlos.

Actividad 11: El guiñol de los amigos

Después de haber trabajado haciendo dinámicas de tipo social entre todos los miembros del grupo, el siguiente paso será observar estas habilidades en otros personajes con los que se puedan identificar. Conviene volver a recordarles las habilidades verbales y no verbales básicas para hacer amigos. Se pueden representar situaciones sobre cómo presentarse a un niño al que no conocen, cómo ayudar y cooperar en el juego, hacer elogios a los demás y saber recibirlos uno mismo, entrar en un grupo de niños que ya están jugando, hacer una queja sobre algo que les molesta, etc. Una de las marionetas puede realizar el modelo de conducta inadaptada, sin embargo, se destacará cómo las otras se lo pasan mejor estando contentas y se invitará a la marioneta “negativa” a cambiar su comportamiento para mejorar.

Actividad 12: De excursión

Después de practicar en el grupo estas habilidades conviene realizar alguna salida que les ofrezca la oportunidad de ponerlas en práctica. Al terminar la actividad se comentará en grupo cómo ha sido la experiencia y se irán analizando situaciones teniendo en cuenta: qué hicieron, cómo lo hicieron y qué ocurrió. Se les proporcionará un modelo de aquellas conductas que les han supuesto una mayor dificultad. Se les mostrará la excursión como una oportunidad para hacer amigos nuevos y sentirse bien. Pueden realizarse fotografías y colgarlas en una pared del aula para referirse a ellas como una consecuencia positiva de sus propias capacidades.

“La única manera de tener un amigo es ser un amigo”

5. Bibliografía general

  • Álvarez González, M. (2001). Diseño y evaluación de programas de educación emocional. Barcelona: CISSPRAXIS.
  • Bisquerra, R. (2000). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis.
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  • Fernández-Vilar, M. A., Martínez-Fuentes, M. T. y Pérez-López, J. (2001). Vinculación afectiva e interacción social en la infancia. Revista electrónica de motivación y emoción vol 4, nº7. Disponible en 
  • Forteza, S. y Espigares, R.A. (2002). La influencia de las relaciones interpersonales en el cambio de conducta. Siglo Cero 33 (5), nº 203, p. 15-21. 
  • Goleman, D. (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Barcelona: Kairós.
  • LeDoux, J. (1999). El cerebro emocional. Barcelona: Ariel Planeta
  • López Cassà, E. (2003). Educación emocional. Programa para 3-6 años. Barcelona: Praxis.
  • Renom, A. (2003). Educación emocional. Programa para la educación primaria. Barcelona: Praxis.
  • Shapiro, L. (1997). La inteligencia emocional de los niños. Una guía para padres y maestros. Bilbao: Grupo Zeta.