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En todos los manuales sobre el síndrome de Down y en las Pautas de salud para las personas con síndrome de Down publicadas en los diversos países se exponen los problemas de visión y audición que suelen tener los niños y jóvenes con síndrome de Down (Stray-Gundersen, 1998; Cohen, 1999; Pueschel, 2001). En este artículo nos interesa no sólo explicar brevemente cuáles son estos problemas –al menos los más frecuentes– sino también explicar la repercusión que pueden tener sobre el aprendizaje, y las pautas que habrán de seguir los padres y maestros para corregir estos problemas y compensar en lo posible las dificultades de aprendizaje. 

Visión 

Es importante asegurarse lo antes posible que la visión de un niño es normal, ya que va a influir en otras facetas de su desarrollo. Casi el 70 por ciento de los niños con síndrome de Down presenta problemas oculares. Por eso es crítico que se le realicen exploraciones en etapas tempranas con el fin de detectarlos, identificarlos y tratarlos lo antes posible. Algunos son perfectamente detectables por los pediatras generales, mientras que otros requerirán la consulta a un oftalmólogo familiarizado con la exploración de los niños. En general, los problemas oculares de los niños con síndrome de Down son similares a los que presentan los demás niños, aunque lo hacen con una mayor frecuencia. Entre ellos deben señalarse los siguientes: cataratas congénitas, estrabismo, miopía, hipermetropía, astigmatismo, y obstrucción de los conductos lacrimales.

Cataratas congénitas. La frecuencia es rara, pero mayor que en el resto de la población, por eso deben ser sistemáticamente exploradas en el momento del nacimiento. Consisten en opacidades del cristalino (esa especie de lente que tenemos en la parte anterior del ojo), que van a dificultar la llegada de la luz y de las imágenes. Su perjuicio no sólo consiste en la dificultad para la visión en las primeras etapas sino que puede suponer una pérdida irreversible de la actividad de la corteza del cerebro responsable de la visión. Por eso las cataratas congénitas han de ser inmediatamente extirpadas.

"El tratamiento de la catarata ya sea congénita o adquirida es por lo general quirúrgico y consiste en la extirpación del cristalino que se sustituye por una lente biconvexa, que es lo que demuestra el gráfico en dos proyecciones distintas"

Estrabismo. Consiste en la desviación de los globos oculares (“bizquera”) como consecuencia de un desequilibrio en la fuerza con que los músculos mueven el ojo. Por ejemplo, si el músculo que se encarga de mover el ojo hacia fuera tiene hipotonía (menor fuerza muscular), predominará la acción del músculo que mueve el ojo hacia adentro y el ojo se desviará hacia adentro. Esta desviación de la vista origina visión borrosa. Para compensar, el cerebro tiende a ignorar las señales provenientes del ojo desviado por lo que éste se desarrollará menos: ojo perezoso que puede provocar la llamada ambliopía. Se trata mediante colocación de parches o de gafas correctivas, que ayudan a enderezar el ojo perezoso.

Esto tiene una evidente repercusión en la conducta habitual del niño, que dificulta además seriamente el aprendizaje porque no ve bien lo que nosotros creemos que debería ver: no muestran interés por los juguetes o imágenes de los libros, o pueden tener dolor de cabeza porque fuerzan mucho la mirada, o pueden desviarla.

Tienen una fácil corrección: primero las gafas y después las lentillas. En la actualidad, los oftalmólogos disponen de medios para detectar estos problemas muy precozmente (prácticamente al año de vida). Por eso es obligado que todo niño con síndrome de Down sea explorado en sus primeros años una o dos veces al año. Porque, además, la alteración no permanece fija sino que suele incrementarse con el desarrollo al crecer el ojo, y ello exige corregir las gafas de vez en cuando. 

Miopía e hipermetropía. Son problemas muy comunes en los niños con síndrome de Down (20 a 25 %). Piense que los ojos se comportan como cámaras fotográficas: la imagen tiene que pasar a través de una lente (el cristalino) para que después se concentre en la parte posterior del ojo, la retina, que es la región nerviosa del ojo que recoge los estímulos visuales y los transfiere a la corteza cerebral. Este proceso se llama refracción. La forma del ojo (es decir, su “redondez”) es lo que determina que la refracción sea nítida (la imagen se concentra en la retina) o borrosa (la imagen llega un poquito antes o un poquito después de la retina). Si la forma del ojo no es perfecta, habrá un problema de refracción porque entonces las imágenes no se proyectarán nítidamente en la retina. Con la miopía no se distinguen bien los objetos lejanos: el niño tiende a acercar el ojo al libro, al juguete, a la tele. Con la hipermetropía no se distinguen bien los objetos cercanos.¿Cuándo hay que explorar la visión?

En el recién nacido es obligada la exploración de posibles cataratas congénitas. La exploración regular debe iniciarse entre los 6 y los 12 meses de edad (o antes si se aprecia nistagmo, estrabismo o hay signos de mala visión).
 
Entre 1 y 12 años, una exploración anual (o más si se sospecha la agudización de un problema o la aparición de otro nuevo). Entre 12 y 18 años, una exploración cada 1 o 2 años. A partir de los 18 años, basta una vez cada 2 años. Pero debe tenerse en cuenta que pueden aparecer cataratas “seniles” de manera precoz.  Nistagmo. Consiste en una oscilación rítmica de uno o de los dos ojos: pendular (movimientos de la misma velocidad en los dos sentidos), espasmódico (movimiento lento en un sentido seguido de rápida corrección en sentido contrario), o rotatorio. En el síndrome de Down el nistagmo puede ser consecuencia de la existencia de opacidades del cristalino (cataratas), o de los problemas de refracción antes indicados; puede aparecer en alrededor del 10%.  Queratocono. Es una deformación de la córnea del ojo que, en lugar de ser esférica, se hace cónica. El problema estriba en que las imágenes pueden quedar deformadas, el líquido de la cámara anterior del ojo puede desorganizar la membrana corneal, y ésta puede ser fácilmente rozada o lesionada. Aparece en el 15% de las personas con síndrome de Down, iniciándose en la adolescencia. Según la magnitud del problema puede requerir cirugía de sustitución.  Obstrucción de conductos lacrimales. Consiste en la mala formación del conducto que baja desde la parte anterior del ojo a la parte interna de la nariz, por donde desciende normalmente el líquido lacrimal que baña la parte anterior del ojo. Si el líquido se produce en exceso o su flujo es obstaculizado, sobrevienen las lágrimas (lagrimeo). La obstrucción aparece en alrededor del 15% de los bebés con síndrome de Down pero es también frecuente en otros niños. El tratamiento consiste en el masaje de la zona afectada en combinación con gotas oculares para combatir la posible infección. Pero en ocasiones puede ser necesaria la cirugía local para desobstruír el conducto. 

Astigmatismo.
Es otro problema de refracción que se presenta en alrededor del 22% de las personas con síndrome de Down. Consiste en una ligera irregularidad del globo ocular que impide también el enfoque nítido de la imagen en la retina, por lo que la visión se hace borrosa. Ocasiona fatiga ocular, dolor de cabeza o de ojos, y se corrige igualmente con gafas. A veces coinciden la miopía o la hipermetropía con el astigmatismo. 

Visión y acción educativa

Se comprende fácilmente la importancia de la buena visión para el desarrollo normal del niño. Ver con nitidez las caras de las personas, los objetos con sus formas y colores, las imágenes y dibujos, las letras, la pantalla del televisor o del ordenador (computadora), los paisajes, el movimiento de las personas y de los objetos (vehículos) etc., forman el contenido cotidiano y sustancial de lo que constituye el aprendizaje.

Padres y maestros han de asegurarse, por tanto de que el niño ve y reconoce bien los objetos a la distancia ordinaria, y que no tomen como falta de interés o tendencia a la distracción o a la tozudez lo que no es más que una incapacidad para reconocer objetos, o gestos. Además, la existencia de problemas han de inducir a emplear métodos adecuados; por ejemplo, hay que tratar de emplear siempre tamaños más grandes, sean de los dibujos, o de las letras, o de las rayas para la escritura; que las letras y los dibujos sean nítidos y bien definidos. 

Es cierto que el gasto de gafas puede ser alto, porque los niños pequeños pueden usarlo mal, romperlo o perderlo con facilidad. Al principio pueden dar muestras de no tolerarlo, sobre todo si están fatigados, pero en general terminan adaptándose muy bien porque comprueban su utilidad para ver. Puede ser útil que tengan un cordoncito alrededor del cuello para que no les caigan o las pierdan. El material debe ser, en lo posible, del que no produce lesión si se rompe. Es conveniente disponer siempre de un par de gafas de repuesto. A veces y dependiendo del problema ocular que tengan, la luz excesiva dirigida directamente a los ojos, o los brillos, les pueden deslumbrar e impedir la visión, por lo que deberán evitarse y saber colocarles en el sitio más adecuado.