¿Por qué es necesaria la formación?
La Administración Educativa en 1985 ofrece una nueva alternativa a la educación formal de personas con discapacidad intelectual como es la integración escolar que, si bien en un principio se inicia con carácter experimental, con posterioridad se ha ido generalizando a todos los centros educativos, siendo en la actualidad una respuesta educativa normalizada para los alumnos que presentan necesidades educativas especiales.
Las personas con necesidades educativas especiales acceden, por tanto, a la etapa adulta con una trayectoria educativa que les anima a seguir implicándose en programas, actividades y servicios que continúen potenciando sus capacidades. La etapa adulta supone un periodo excelente para continuar un proceso formativo centrado en las habilidades adaptativas, resolución de problemas prácticos, manejo de situaciones de autonomía, asunción de responsabilidades, etc. Es un momento del ciclo vital que requiere, en consecuencia, redoblar los esfuerzos, garantizar los apoyos necesarios y potenciar al máximo posible las capacidades de las personas con discapacidad intelectual.
Además, finalizado el periodo escolar, estas personas que han tenido acceso a la integración escolar demandan explícita o implícitamente, la continuidad en un sistema ordinario que les permita una inserción social en el sentido amplio de la palabra, entendiendo por tal el derecho a formarse para acceder a un puesto de trabajo en la empresa ordinaria.
Sin embargo, la realidad es que el colectivo de personas con discapacidad intelectual, además de superar las dificultades propias del periodo de tránsito de la juventud a la vida adulta, deben hacer frente a otros problemas que por su discapacidad encuentran a la hora de acceder a un puesto de trabajo normalizado. Acceder a un puesto de trabajo que les prevenga de la exclusión social requiere, por consiguiente, de un proceso sistemático y prolongado en el tiempo que permita a la persona con discapacidad intelectual adquirir las estrategias, habilidades y competencias personales y profesionales necesarias para responder a ese entorno.
La complejidad de la integración sociolaboral de las personas con discapacidad intelectual justifica la necesidad de planificar un conjunto de acciones formativas específicas, siendo conscientes de que para desempeñar un trabajo necesitan una preparación y formación adecuada, dependiendo la integración laboral y social del tipo de formación recibida.
La formación ha adquirido un papel determinante para facilitar el acceso y la permanencia en el puesto de trabajo. Los programas de formación son la alternativa más adecuada para que los alumnos con necesidades educativas especiales se capaciten en sus destrezas y maduren en sus capacidades, permitiéndoles ser más competitivos ante el mundo del trabajo. Más del 70% de las personas con discapacidad intelectual con capacidad para trabajar, se encuentran en desempleo. El motivo no es únicamente las dificultades para encontrarlo sino, en un porcentaje alto, la falta de preparación profesional adecuada.
Por ello, la formación en habilidades y competencias prelaborales, previa a la inserción laboral, debe transcurrir paralela a la formación ocupacional específica, ya que se ha comprobado que las principales dificultades en el mantenimiento del puesto de trabajo no derivan de la ejecución de las tareas y funciones asignadas, sino de la dificultad para desplegar un comportamiento maduro acorde con las exigencias del entorno laboral. Así, problemas de interacción con los compañeros, asumir el principio de autoridad, dificultad para solicitar ayuda, mantener los horarios, etc., son algunas de las situaciones problemáticas que pueden conducir a la pérdida del puesto de trabajo.
De una parte, estas dificultades específicas vienen dadas por la ausencia, en muchos casos, de una orientación laboral adecuada que les permita adquirir un “Yo vocacional” realista y coherente entre las aspiraciones, las posibilidades y las limitaciones en un contexto determinado, apareciendo como consecuencia una actitud de infravaloración personal y/o concepciones poco realistas. Asimismo, nos encontramos con que una gran parte del colectivo de personas con discapacidad intelectual tiene seriamente limitado su repertorio de habilidades sociales, especialmente las requeridas en contextos complejos como puede ser el entorno laboral. Sin embargo, estas limitaciones se deben básicamente a que las personas con discapacidad intelectual han estado relegadas de estos contextos y no han sentido la necesidad ni la exigencia de realizar dichos aprendizajes.
Por tanto, superar estas dificultades pasa necesariamente por establecer un proceso sistemático y estructurado mediante el cual el individuo consiga clarificar sus expectativas de futuro y lograr un mayor grado de autonomía, responsabilidad y autodirección que le permita tomar decisiones adecuadas en contextos complejos, como es el laboral. Se requiere para ello aportar una formación que apueste por las capacidades y potencialidades del sujeto a través de sistemas metodológicos y didácticos que han demostrado ser eficaces en la intervención con sujetos con necesidades educativas especiales, por cuanto favorecen el desarrollo de aprendizajes, habilidades y destrezas que mejoren su “perfil de empleabilidad”. La persona con discapacidad intelectual necesita implicarse en un proceso formativo sistemático e integral que le sitúe en condiciones óptimas para asumir su futuro rol de adulto / trabajador.
Paralelamente, la formación previa a la incorporación laboral genera en el entorno familiar nuevas dinámicas de relación que apoyen un papel más adulto de la persona con discapacidad intelectual. La familia debe apoyar las posibilidades de la personas con discapacidad intelectual y, en consecuencia, modificar sus actitudes paternalistas. Dichos cambios de actitud requieren de procesos dilatados en el tiempo que deben serdebidamente asesorados por profesionales que procuren a las familias nuevas estrategias de actuación.
A continuación, pasamos a describir cómo debemos plantarnos la fase de selección de candidatos que van a acceder a un proyecto de empleo, cómo debe ser la fase de capacitación o de formación previa a integrarse a un puesto de trabajo y la importancia de la formación continua para los usuarios que ya están trabajando.