Actitud terapéutica
La diversidad en la frecuencia con que los distintos tumores aparecen en las personas con síndrome de Down, según su edad, condiciona la actitud del clínico hacia el diagnóstico. Las medidas de prevención, que incluyen las exploraciones programadas, han de ser similares a las establecidas para el resto de la población.
En principio, la actitud terapéutica ante la presencia de un tumor determinado debe ser la misma que se propone para la población general. Sin embargo, la problemática física o mental puede condicionar la toma de determinadas decisiones. En efecto, la presencia de otras alteraciones orgánicas o de menor capacidad adaptativa impone limitaciones al uso de determinadas maniobras o agentes terapéuticos, porque su toxicidad puede afectar excesivamente algunas funciones (Satgé et al., 2003). Ello exige reducir la dosis de un producto determinado a costa de restringir su eficacia, por lo que habrá que recurrir a otros productos alternativos. Piénsese, por ejemplo, en la cardiotoxicidad de la daunorubicina y doxorubicina en personas con malformaciones cardíacas, o en la neurotoxicidad del cisplatino o la vincristina).
La toxicidad hematológica de los diversos agentes puede ser también mayor: igualmente pueden ser más intensas las reacciones de las mucosas en forma de mucositis. Algunos productos pueden ser menos eficaces (metotrexato), obligando a aumentar la dosis, y otros en cambio ser más sensibles (citarabina, mitoxantrona). La aplicación de la radioterapia puede resultar más complicada por la necesidad de mantener inmóvil al paciente; en ocasiones ha habido que anestesiarle.